Si bien naciones como China, Japón y Corea del Sur están experimentando brotes crecientes, el borde agudo de la ola de la variante delta se siente profundamente en el sudeste asiático, y los países experimentan aumentos rápidos en el número de casos y muertes.
Las naciones del sudeste asiático que lograron contener los brotes el año pasado ahora están luchando contra servicios de salud abrumados, falta de camas de hospital, equipos y oxígeno. También han vuelto a imponer confinamientos, cerrando fábricas en centros de fabricación cruciales y restringiendo el movimiento de ciudadanos que ya sufren económicamente.
La frustración entre los ciudadanos que se ven obligados a soportar aún más restricciones a sus libertades y su capacidad para trabajar está llegando a un punto de ebullición, y han estallado protestas contra el manejo de los brotes por parte de sus gobiernos en Malasia y Tailandia. Mientras tanto, Myanmar está al borde del colapso pues un golpe militar de febrero y la consiguiente sangrienta represión han destrozado el sistema de salud y las vacunaciones se han estancado por completo.
Si bien países más ricos, como el Reino Unido y Singapur, están experimentando nuevos brotes, han vacunado completamente a más de la mitad de su población. Comparativamente, Vietnam ha vacunado completamente a menos del 1% de su población, Tailandia alrededor del 5%, Filipinas al 7,2% y el epicentro del virus, Indonesia, al 7,6%, según Our World in Data.
Más de un año y medio después de la pandemia, la variante delta más contagiosa está exponiendo las debilidades de las naciones con bajas tasas de vacunación, incluso si anteriormente tenían el control del virus.