En Perú hay un policía con doble personalidad y las dos extraordinariamente simpáticas. Cuando lleva el uniforme es Richar Chávez, un agente al que le gusta ser afable y próximo a la gente. Y luego está el otro, en el que se transforma cuando se maquilla, se pone la nariz roja y el pantalón ancho con tirantes. Ese se llama Trampolín y es un payaso que lleva alegría a los niños peruanos de barrios humildes de Lima.
Chávez soñaba de niño con ser policía y lo consiguió. Pero también heredó de su padre músico la vena artística y el deseo de entretener. Cuando entró en la escuela de policía, nació el agente y al mismo tiempo, el payaso. Un personaje con el que consigue relacionarse con los niños, sus padres y las comunidades, lo que en su opinión ayuda a construir barrios más seguros.
Su labor le ha valido el premio al mejor policía en el Festival Internacional de las Artes de la Policía celebrado en septiembre en Italia. Un galardón que se concede a los miembros de las fuerzas del orden por su contribución a la comunidad, la cultura y el arte.