Esta semana, todas las miradas están puestas en la Conferencia sobre el Cambio Climático (la COP26), que se lleva a cabo en Glasgow. Es mucho lo que está en juego, ya que ningún país es inmune a los impactos del cambio climático. El nexo entre el cambio climático y su efecto en el bienestar humano es cada vez más visible. Este empujará a más de 130 millones de personas a la pobreza en los próximos 10 años, deshaciendo los avances en materia de desarrollo logrados con tanto esfuerzo, y obligará a 200 millones de personas a migrar dentro de sus propios países para 2050.
La crisis climática es profundamente injusta: las personas más pobres del mundo son las que menos contribuyen al cambio climático. De hecho, 74 de los países más pobres del mundo —los que reciben asistencia de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo multimillonario del Banco Mundial para los países más pobres— representan menos de una décima parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. También son los más afectados por sus impactos.
"La crisis climática es profundamente injusta: las personas más pobres del mundo son las que menos contribuyen al cambio climático".
Hoy en día, el Banco Mundial es la principal fuente de financiamiento multilateral para la acción climática en los países en desarrollo. Este financiamiento incluye el apoyo de la AIF (i), que se centra en inversiones en energía limpia a gran escala para evitar que los países queden atrapados en infraestructura contaminante y ayudarles a alcanzar sus objetivos en materia de acceso a la energía.
Al mismo tiempo, ya se están produciendo algunos impactos climáticos, que afectan a países y comunidades de todo el mundo. Por lo que, en el ejercicio de 2021, la mitad de todo el financiamiento de la AIF se destinó a la adaptación y la resiliencia. Con la mirada puesta en las necesidades locales y específicas de cada país, la AIF está financiando proyectos que priorizan un enfoque sistémico y reconocen la interconexión de los desafíos.
En la última década, los países clientes de la AIF se han visto azotados por desastres naturales casi ocho veces (PDF, en inglés) más que en la década de 1980. Los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países frágiles y afectados por conflictos se enfrentan a un alto riesgo climático por razones únicas pero igualmente urgentes. Mientras tanto, los países de la AIF se esfuerzan por ser competitivos en una economía mundial que cambia rápidamente y que valora cada vez más el crecimiento verde y los empleos y los sectores ecológicos. Es una tarea difícil: trabajar simultáneamente para abordar el aumento de los impactos climáticos, fortalecer la resiliencia frente a las conmociones y aprovechar nuevas oportunidades para prosperar en un mundo posterior a la COVID-19.
Por cierto, esta no es la primera crisis durante la cual la AIF ha sido llamada a apoyar a los países. De hecho, la institución se basa en ciclos sucesivos de preparación frente a crisis, respuesta a estas y recuperación de ellas, como el ébola, las sequías que afectan a millones de personas o las pandemias mundiales. Sin embargo, el cambio climático es sin duda la más compleja y de mayor alcance hasta el momento, y no puede abordarse con soluciones simples de un solo sector, un solo país o una sola organización. En lugar de ello, se requiere colaboración e intercambio de conocimientos entre los grupos de interés y a través de las fronteras. Desde hace mucho tiempo, la AIF ha proporcionado este tipo de liderazgo y ha reunido a las partes interesadas en torno a una causa común.
Esta confluencia de desafíos sin precedentes ha impulsado a la AIF a aprovechar décadas de enseñanzas y sistemas para ayudar a los países a reducir las emisiones, adaptarse al cambio climático y mitigar los impactos de los desastres. Por ejemplo, en el ejercicio de 2021, el 61 % del total del financiamiento climático de la AIF se destinó a la adaptación y la AIF ayudó a 62 países a institucionalizar la reducción del riesgo de desastres como una prioridad nacional. En Níger (i), una mejor gestión de la tierra produjo un aumento del 62 % en el rendimiento de los cultivos para ayudar a enfrentar los efectos de la variabilidad climática. En Mozambique (i), una rápida respuesta ayudó a reducir los daños causados por dos grandes ciclones consecutivos que afectaron a 1,8 millones de personas. Y muchas inversiones de la AIF también respaldan soluciones basadas en la naturaleza: en Bangladesh (i), un proyecto ha ampliado los manglares para proteger las zonas costeras de las tormentas y un proyecto de resiliencia climática en Kiribati (i), que mejoró la infraestructura en el litoral, está también recolectando agua de lluvia para detener la intrusión de agua salada debido al aumento del nivel del mar.
Darse cuenta de la naturaleza holística y la interconexión de los retos —y de las soluciones— también ha sido un punto de inflexión. El fortalecimiento de los sistemas de vigilancia de enfermedades y de la capacidad de los laboratorios (i) para enfrentar casos de pandemia también aumenta la capacidad de un país para responder a las amenazas de enfermedades transmisibles relacionadas con el clima. Un desarrollo resiliente y con bajas emisiones de carbono proporciona enormes oportunidades para el desarrollo de tecnologías limpias y la creación de empleos ecológicos. Invertir en formas limpias de cocinar y acceso a energía sostenible puede tener un impacto positivo en las mujeres y las niñas. La lista de proyectos beneficiosos para todos continúa, y la AIF está en condiciones de implementarlos.
A mediados de diciembre, el próximo ciclo de reposición de recursos de la AIF —conocido como AIF-20 (i)— concluirá un año antes de lo previsto para satisfacer necesidades históricas de los países. La AIF y sus asociados se encuentran en una posición única para abordar esta extraordinaria intersección de desafíos, y las partes interesadas están preparadas para redoblar sus esfuerzos y proporcionar a las personas más vulnerables una oportunidad justa de recuperación y resiliencia.