Mucho más que un movimiento antivacuna. Once días dura ya el bloqueo en el centro de Ottawa, la capital de Canadá, y en el principal punto fronterizo con Estados Unidos. Los manifestantes no abandonarán su movilización -dicen- hasta que caiga el Gobierno del primer ministro Justin Trudeau.
El paso fronterizo se ha reabierto parcialmente, pero las autoridades canadienses siguen preocupadas por los efectos económicos. Los camiones deben desviarse cinco horas para cruzar la frontera. Las protestas amenazan el suministro de productos frescos, ganado, piezas de vehículos y otros bienes.
En el centro de la capital canadiense escenas apocalípticas.
El movimiento Freedom Convoy surgió el mes pasado al exigirse a los camioneros estar vacunados contra la COVID-19 para cruzar la frontera. Y ha atraído a miembros de grupos homofóbicos y de extrema derecha.
El primer ministro canadiense concentra gran parte de la ira de los manifestantes, pese a que son los Gobiernos provinciales los que imponen las restricciones. En un tuit ha reconocido su derecho a protestar, pero no a bloquear la economía, o la vida cotidiana de los ciudadanos.
Las protestas en Ottawa se han extendido a otras ciudades canadienses y están empezando a ser observadas con interés por grupos radicales en otros países. En Nueva Zelanda, un convoy de camiones y autocaravanas bloqueó las calles cerca del Parlamento, en Wellington, con mensajes como "devolvednos nuestra libertad".