Al mirar por la ventana de uno de los edificios de Shanghái la imagen es desoladora. Las calles de la ciudad más grande del país asiático, con 26 millones de habitantes, se encuentran totalmente vacías. No se ve nada, ni siquiera a los repartidores de comida en sus motos. “Lo único que escuchamos durante el día es el ruido de las sirenas de la ambulancia”, cuenta a Euronews Laura Millán, una española que trabaja en China desde hace cuatro años.
Cuando las autoridades locales decretaron el confinamiento parcial de la ciudad, los residentes de Shanghái ya llevaban una media de cinco PCRs y 48 horas de aislamiento. “Ahí ya pensábamos que estábamos viviendo el fin del mundo”, asegura Millán. Fue entonces cuando comenzó el rumor de que iban a confinar la ciudad en dos tandas y, aunque las autoridades lo negaban, se acabó cumpliendo.
La ciudad quedó dividida en dos, primero se confinó la zona de Pudong, el distrito financiero donde viven alrededor de 11 millones de personas, y unos días después la de Puxi, con casi 15 millones. Y justo cuando la ciudad iba a cumplir la cuarentena, las autoridades han anunciado un confinamiento indefinido.
De los 16.000 casos detectados en las últimas 24 horas, más de 13.000 corresponden a Shanghái. La peor cifra en los últimos dos años. “No podemos salir, ni siquiera para pasear al perro. Todos han tenido que poner en su salón cesped artificial para su mascota”, dice Millán.
Quedarse sin comida
Los supermercados se encuentran cerrados o colapsados. La española, que vive en la zona de Puxi, se despierta a las 6 de la mañana, cuando empieza la venta online, y comprueba la lista que suben las autoridades con los supermercados que abren ese día. Luego intenta que acepten su pedido para conseguir que se lo lleven a casa, algo que es “muy complicado”.
“Las aplicaciones de compra dan error porque hay mucho tráfico y porque no tienen recursos para poder hacer el reparto”, asegura Millán. El problema no es el abastecimiento de comida, sino la falta de trabajadores. El Gobierno no ha emitido suficientes pases a los repartidores para permitirles salir y así poder suplir la necesidad de una megaurbe como Shanghái.
“Lo que más me agobia es quedarme sin comida”, cuenta. Después de estar dos días intentando contactar con una tienda que hace repartos, por fin han aceptado su pedido. El problema es que no todo el mundo está acostumbrado a utilizar las plataformas de compra online, las personas mayores se ven más vulnerables ante la falta de medios para comprar comida.
La situación empeora al otro lado del río. Sonia Rodríguez, que lleva seis años trabajando en China, vive en la zona de Pudong y cuenta que esta parte se encuentra más afectada. “Conseguir comida es una odisea, los pocos supermercados abiertos solo sirven a los barrios cercanos”, señala Rodríguez.
“Cerca de mi casa, a un kilómetro, hay dos supermercados. Ninguno reparte comida en mi zona porque en su barrio ya tienen suficientes clientes”, añade. “Por suerte, conseguimos que una amiga odontóloga, que tiene un pase sanitario para salir a la calle, nos trajese un paquete de espaguetis y un tomate. Lo único que encontró”, cuenta la española.
Para suplir estas carencias, el Gobierno chino ha enviado a cada casa un kit de emergencia que contiene una bolsa con verduras y otros alimentos básicos. Aunque, en muchas ocasiones, los envíos se quedan cortos. En casa de Sonia, para tres personas, recibieron un paquete de repollo, una bolsa de champiñones, un bote de noodles y dos latas de spam.
Tampoco tuvieron mucho tiempo para preparar provisiones antes del confinamiento. Pudong entró en aislamiento el 28 de marzo a las 5 de la mañana y les avisaron por mensaje de texto el 27 a las 10 de la noche. “Tuve que salir en pijama a una frutería a comprar lo que pude”, narra Rodríguez a Euronews.
Al no vislumbrar el final del confinamiento, los vecinos han empezado a expresar su malestar hacia la gestión y las medidas extremas que se ven obligados a cumplir debido a la política de “cero casos” que sigue el país.
Centros de aislamiento saturados
Realizar test masivos en una ciudad con tantos millones de habitantes no es una tarea fácil, por eso, las autoridades locales han tenido que pedir ayuda. Unos 3.500 sanitarios procedentes de otras provincias han llegado esta semana a Shanghái para reforzar los equipos que realizan las pruebas Covid casa por casa. Una escena que se repite practicamente todos los días.
Cada positivo es escoltado a uno de los centros de confinamiento, donde deberá guardar la cuarentena y sus contactos directos son aislados. Una medida que también ha provocado el descontento de la población ya que hasta ahora a los niños que daban positivo se les separaba de sus familias.
Los menores de siete años eran enviados a uno de los centros públicos de salud donde se les aislaba hasta que diesen negativo, mientras que a los niños que superan esta edad se les considera adultos y tendrían que permanecer en uno de los centros de confinamiento.
Varios vídeos, que se han hecho virales en redes sociales, muestran a bebés y niños muy pequeños supervisados por unos pocos enfermeros completamente vestidos con el traje de protección EPI.
“Las familias están muy asustadas. Los extranjeros incluso llamaron a sus respectivos consulados. Éstos les dijeron que no les podían ayudar, que las leyes son así”, apunta Millán. Una política que podría cambiar tras la carta conjunta que han enviado a las autoridades locales, en nombre de las familias, pidiendo que no se separe a padres e hijos.
Este mismo miércoles, un responsable sanitario de Shanghái aseguraba que los tutores de los menores con necesidades especiales infectados por Covid-19 podrán solicitar acompañarlos, pero tendrán que cumplir ciertas normas y firmar una carta en la que declararan ser conscientes de los riesgos.
Una noticia que ha sido un alivio para las familias, aunque por el momento, no se han dado más detalles sobre cómo pretenden las autoridades locales llevarlo a cabo.
A esta situación, se le suma las quejas por las condiciones de los centros de cuarentena. “Están colapsados y la gente está apelotonada. Los centros no están preparados para tanta gente. Dicen que no se puede ni dormir por la noche”, asegura Millán. Algo en lo que coincide Rodríguez: “Circulan vídeos que dan miedo por las condiciones sanitarias". Además añade que para salir del centro hace falta dos pruebas Covid que den negativo.