El incendio forestal que desde el pasado lunes 29 de marzo afectó la cuenca alta de río Sapo causó estragos en esta área que, con más de 6,000 ha (8,571 Mz) de extensión, es el área natural terrestre más extensa con que aún cuenta El Salvador.
Esta reserva natural es hogar de una impresionante, y en algunos casos única, diversidad de especies nativas de flora y fauna, y fuente de una serie de beneficios ambientales vitales para el bienestar humano y el desarrollo sostenible de las comunidades locales, de entre los que destacan la producción de agua de calidad (río Sapo ha sido catalogado como uno de los ríos más limpios con que aún cuenta el país) y la regulación climática.
A la fecha se estima que el incendio ha afectado unas 500 ha (unas 715 Mz); es decir, aproximadamente el 8.33% del área natural total.
Es loable la heroica labor que las comunidades locales, la sociedad civil organizada y algunas entidades de gobierno han venido y aún se encuentran desarrollando, para lograr controlar este incendio.
Se ha señalado que tragedias como la actual son el resultado de malas decisiones como sociedad. En el caso de río Sapo, el actual incendio es el resultado de un continuo proceso de degradación ambiental palpable, que desde finales del 2018.
Entre las causas de la degradación se señalan: el desarrollo de un turismo desordenado y destructivo; el crecimiento de los asentamientos humanos ya existentes y la creación de nuevos, el déficit ecológico hídrico causado por la canalización de nacimientos de agua para abastecer a los proyectos turísticos y comunidades antes mencionados, que antes alimentaban a los ecosistemas (¡las quebradas que alimentan a río Sapo se están secando!).
Además, la apertura de nuevos caminos de acceso; la instalación de líneas de tendido eléctrico; la tala, caza y pesca furtivas.
La actual tragedia se habría podido prevenir, si los señalamientos que durante los últimos tres años se han venido repitiendo no hubieran caído en oídos sordos; si las autoridades competentes hubieran hecho su tarea de normar adecuadamente los proyectos ya existentes, frenar cualquier nuevo proyecto, declarar toda la cuenca alta del río Sapo como área natural protegida y dotarla de personal y equipo adecuado para su vigilancia y control.
Los incendios forestales eran algo de lo que hace décadas ni siquiera se oía hablar en río Sapo, pero con el continuo crecimiento de las amenazas ambientales antes mencionadas se han vuelto comunes.
A la fecha, los incendios de los últimos años no habían pasado de ser conatos, controlados a tiempo por los pobladores locales; pero era sólo cuestión de tiempo para que uno se saliera de control.
Lamentablemente, a medida las amenazas continúen y las consecuencias del cambio climático se acentúen, estas tragedias dejarán de ser la excepción y se convertirán en la regla, a menos que todos juntos como salvadoreños tomemos manos en el asunto y nos propongamos conservar y restaurar el patrimonio natural que aún nos queda.
Es urgente declarar toda la cuenca alta de río Sapo como área natural protegida, frenar todo nuevo “desarrollo” y no permitir que el deterioro continúe; pero también es urgente contar con un fondo nacional para la compra y conservación de tierras naturales y con una entidad oficial independiente y fortalecida para la adecuada gestión de los ecosistemas y la vida silvestre, tal como ocurre en numerosos países que sí apuestan por la conservación de sus recursos naturales. Es necesario apostar como país a una estrategia de conservación y restauración con visión de largo plazo.