En particular, quiero referirme al sectarismo religioso,recientemente el Presidente de los Estados Unidos, emitió una orden ejecutiva que efectivamente prohibe el ingreso de ciudadanos de 7 países predominantemente musulmanes. Rudolph Giuliani, asesor del presidente Trump, admitió abiertamente en un noticiero que la idea original era una prohibición al ingreso de musulmanes sin importar su nacionalidad. Por tanto, la motivación de esta prohibición es religiosa.
En diciembre de 2016, todavía durante la administración Obama, Israel criticó duramente a los Estados Unidos por abstenerse de votar sobre una resolución que condena los asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados, y los declara ilegales bajo las leyes internacionales. La razón de Israel para proceder con los asentamientos, además de las razones estratégicas y de seguridad, es la ridícula idea de que Dios concedió esa tierra a los israelitas desde tiempos bíblicos. En este caso, la religión obstaculiza el proceso de paz al impedir la existencia de una solución que incluya un estado palestino y un estado israelí.
El grupo terrorista Estado Islámico, busca crear un “Califato” o un Estado donde impere la Sharia o ley Islámica, y para conseguirlo ha buscado el camino de la violencia y ha usado métodos brutales: ha realizado ejecuciones masivas, decapitaciones y secuestros. A pesar de esto, ha recibido apoyo de musulmanes de todas nacionalidades, incluyendo occidentales, todo en nombre de la religión.
En enero, el Vaticano y la Orden de Malta tuvieron una disputa que terminó en la “renuncia” del líder de la Orden. La disputa estaba relacionada con un programa de la Orden de Malta que involucraba la distribución de preservativos en partes de Asia y África (La orden tiene muchos programas de ayuda en lugares de conflicto o de extrema pobreza). La oposición del Vaticano al programa es, por supuesto, la negación a cualquier método artificial de control de la natalidad por considerarlo pecado, incluso cuando en muchos de estos lugares el SIDA es un problema muy serio, y la falta de acceso a métodos de barrera como los preservativos, causa que la enfermedad cobre miles de vidas al año.
Los musulmanes no lo hacen mejor en este punto; en los países con mayoría musulmana los métodos anticonceptivos también enfrentan importante rechazo.
De vuelta a los Estados Unidos, legisladores conservadores han tratado, por algún tiempo ya, de incluir en el programa de ciencias de las escuelas públicas la enseñanza de la “teoría” creacionista como una alternativa a la Teoría de la Evolución; efectivamente disminuyendo, o tratando de hacerlo, la legitimidad de las ciencias como fuente de verdaderas respuestas.
El sectarismo religioso sumado a los otros males asociados al populismo de derecha (incremento en gasto militar y el correspondiente aumento de las tensiones geopolíticas, la negación del cambio climático que está limitando los esfuerzos por reducirlo, la des-regulación desordenada que puede llevar a otra gran crisis financiera, entre otros) está efectivamente llevándonos al borde de una situación límite en la que nuestra propia supervivencia podría estar en peligro.
Lo que necesitamos es una revolución, un segundo “renacimiento” que nos saque del oscurantismo en que las religiones nos han hundido.
Es momento de romper el hechizo y aceptar que todas las religiones son una fabricación humana, un mero instrumento de control social, un motivo de discordia y derramamiento de sangre.
Aún más, las religiones se ha vuelto un obstáculo en el camino hacia la resolución de problemas importantes como la erradicación de enfermedades congénitas y adquiridas, al oponerse a la investigación genética, al uso de métodos anticonceptivos, transfusiones de sangre y hasta a la vacunación.
Las religiones son también un obstáculo para el desarrollo al ofrecer mitos y leyendas como alternativas a las elegantes respuestas científicas, como ejemplo, basta mencionar aquellos cristianos fundamentalistas que afirman que la evolución es un mito y que el universo tiene no más de 10,000 años.
Son un obstáculo al desarrollo humano al oponerse sistemáticamente a la igualdad de género, a la educación en salud reproductiva, y a la igualdad de derechos de las personas al margen de su orientación sexual.
Pero el daño más importante de las religiones es, quizás, que impiden incluso las discusiones objetivas de todos estos temas, efectivamente limitando cualquier intento de consenso.
Es momento de abrir la mente y descartar cualquier creencia cuando la evidencia la contradiga y no, como hacen muchos, descartar la evidencia cuando no encaja con las propias creencias.
Al abrazar la lógica y la razón, salta a la vista lo absurdo de postergar conflictos por tierras “santas”, lo enfermo que resulta aceptar que mueran inocentes porque es “pecado” usar preservativos, lo intolerable que es la violencia brutal en nombre de “dios”; y lo ridículo que es negarle a los niños la verdad y darles a cambio mitos y leyendas que inculcan miedo.